Humanos y animales valoramos el tamaño y la fuerza a la hora de elegir pareja, sobre todo en circunstancias duras para la supervivencia.
Pues sí, el tamaño importa a la hora de ser un buen candidato a conseguir pareja, y eso abarca las dimensiones del cuerpo en general. Poseer una buena estatura y una musculatura bien desarrollada suponen un plus. Desde el punto de vista evolutivo, los hombres más fuertes dan sensación de seguridad a las mujeres: un detalle psicológico que viene de hace millones de años, cuando la fuerza suponía una factor clave para la supervivencia familiar o incluso de todo el clan.
Eso pasa también en otras especies, que son más exitosas en función del poderío masculino. En algunas de ellas, los machos deben batirse entre sí para evaluar quién es el más fuerte y así poder aparearse con las hembras. Es una competición directa, cuerpo a cuerpo. Por ejemplo, los ciervos y los gorilas se pegan. El perdedor suele quedar malherido e incluso llega morir, y el ganador tiene acceso a las hembras de manera exclusiva. Por eso, en estas especies, el dimorfismo sexual o diferencia de tamaño entre el macho y la hembra – más del doble en el caso de los gorilas – es tan grande. Los más fuertes han ido pasando sus genes –con sus correspondientes características físicas– a su descendencia. Los estudios en paleontología desvelan en los últimos millones de años una acentuación de las características que atraen o sirven para competir con otros machos, como el aumento de los cuernos, los dientes, las melenas o las crestas.
Pero en la mayoría de las especies el sexo no es tan peligroso. Para copular no hay que acabar con el contrario, sino más bien lucirse y mostrar las habilidades que se poseen. Las serpientes enroscan sus cuerpos igual que los adolescentes hacen acrobacias delante de las chicas. Ellas toman nota, y los mejores son los que ligan.
En nuestra especie, no hay un dimorfismo sexual muy acusado. Los hombres son solo un 10 % más grandes que las mujeres. Eso significa que no ha habido disputas mortales. En este sentido, somos más parecidos a algunas aves, donde la competición es indirecta y cada macho tiene que mostrar la mejor versión de sí mismo por separado. Y es que los duelos de fuerza son muy costosos y pueden acabar mal para una o las dos partes en contienda. Así que los hombres se exhiben en el juego o el deporte y ellas les evalúan. Así se sabe quién es más fuerte sin tener que pelearse de verdad.
Otros elementos que se usan en el cortejo son los símbolos de poder o estatus, como la casa o la marca de coche. En este sentido no somos muy diferentes a otros primates. En varias especies de nuestro orden hay una correlación directa entre rango y éxito reproductivo. El caso extremo es el de las macacas japonesas, que tienen más orgasmos cuanto mayor es la posición social del macho con el que se aparean.